En el mundo botánico se le conoce como Panax Ginseng (de panacea – lo que cura todo), y la historia del ginseng es bastante curiosa..
Algunos creen que el Ginseng fue descubierto en las montañas de China hace unos 5000 años. Otros suponen que las primeras referencias al ginseng están en las Vedas, antiguas escrituras de la India, que tienen más de 5000 años. Las Vedas describen una planta que tiene propiedades medicinales capaces de generar fuerza y salud.
El uso médico del ginseng se menciona en los antiguos registros chinos. Se creía que el ginseng ilumina los ojos, fortalece el alma, alivia el corazón, alimenta a la mente y el cuerpo, en definitiva, prolonga la vida.
El Ginseng en Oriente
Los curanderos chinos durante la dinastía Liang (220 a 589 DC) escribieron sobre los efectos de la prolongación de la vida por el ginseng. Desde aquella época el ginseng era muy valorado por los emperadores chinos, y ellos estaban dispuestos a pagar 1 gramo de oro por un gramo de ginseng debido a los beneficios del ginseng.
Se consideraba como un gran honor regalar la “raíz milagrosa” al emperador y muchos arriesgaban sus vidas intentando encontrarla, ya que el ginseng aún no se cultivaba y crecía solo en las selvas. Había riesgo de enfrentarse con un tigre o alguna otra bestia.
La demanda de las raíces silvestres inició un negocio lucrativo entre Corea y China, que empezó en el tercer siglo DC. Desafortunadamente, ese negocio hizo que el ginseng silvestre casi desapareciera en Asia, por lo cual el comercio del ginseng rojo coreano desapareció. En el siglo 16, Corea empezó a dominar las tecnologías del cultivo artificial de ginseng rojo.
El ginseng natural o ginseng blanco es difícil obtenerlo y se puede conseguir por 20000 dólares la onza (31.105,3 miligramos). Por eso, el cultivo para obtener extracto de ginseng de alta calidad lo realizan agricultores coreanos y chinos.
El Ginseng en Europa y Rusia
En Europa, el ginseng era desconocido y las autoridades competentes en materia de la salud desconfiaron durante mucho tiempo. Los primeros europeos que prestaron atención a la ‘planta milagrosa’ fueron los comerciantes holandeses. A principios del siglo 17, intentaron comercializar el ginseng en Europa, pero no recibieron los beneficios que esperaban. La razón principal del fracaso fue el pobre conocimiento sobre cómo utilizar la raíz.
En Rusia, el hábitat del crecimiento del Ginseng es la taiga del Oriente Lejano, y en otras partes orientales de Rusia. Cuando los recolectores chinos y coreanos empezaron a recoger todo el ginseng que había en esos territorios, la planta prácticamente desapareció tal como había sucedido en Asia. Así el ginseng fue listado en el Libro Rojo de Rusia.
El ginseng no se utilizaba en Rusia como una medicina convencional hasta 1950, cuando los científicos de la Unión Soviética empezaron a estudiarlo. Ellos llegaron a la conclusión de que la raíz es un “adaptógeno”, y el extracto de ginseng rojo ayuda al cuerpo a adaptarse en situaciones de estrés y prevenir ciertas enfermedades.
El ginseng Siberiano surgió a través de investigaciones rusas y es muy parecido al ginseng coreano. Como dato curioso se utilizó como suplemento para los astronautas rusos con el fin de mejorar la resistencia.
El Ginseng en América
En América, varias tribus indias empezaron a utilizar el ginseng: los Iroqués, Cherokee y otros. El ginseng se valoraba por sus propiedades curativas y su capacidad de fortalecer el cuerpo. Los colonos americanos descubrieron el ginseng en 1700, en Nueva Inglaterra.
A finales de 1700, grandes cantidades de ginseng fueron enviadas a China, lo que empezó un negocio muy lucrativo. A mediados de los 1850, medio millón de libras fueron exportadas a Asia, por lo tanto al comienzo del siglo XX, el ginseng americano (panax quinquefolium) casi desapareció en América. Y los primeros intentos de cultivar el ginseng artificialmente en América casi no funcionaban.
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